Mientras los cangrejillos empiezan a salir de su tibia madriguera,
yo te miro y pienso que hubo un día en que fuimos hermanos.
Quizá en ese entonces jugábamos con nuestros dedos frágiles,
quizá pensaba que te irías lejos...
¡como una profecía triste eran tus cabellos!
Sin embargo, hoy nadamos en un mar de olas divergentes,
de vientos irresolutos, vanos...
¡hubo un día en que dormía al amparo de tu canto!
Como aquellos cangrejillos que salen para despedir al sol,
mil palabras se agolpan en las salidas de mi alma,
estuve asesinando al tiempo y no venías
la cena estaba lista y no venías.
A media hora de tí, escribo mis heridas,
desde mi ventana veo la luna,
te miro, y pienso...
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